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Acuerdos del VIII Congreso Anarquista Internacional (Carrara, 2008)

Explotación e inmigración

El capitalismo y el Estado han encontrado en la situación económica mundial una buena excusa para atacar a los trabajadores e incrementar la explotación. Y eso a pesar de que la crisis es consecuencia de su modo de aumentar al máximo los beneficios. La represión de los inmigrantes, la subida de los precios, la congelación de los salarios, el despido de numerosos trabajadores, la nueva legislación contra los derechos laborales propuesta por la Unión Europea, las guerras y el apoyo a las centrales nucleares no son más que diferentes aspectos del mismo ataque. Este ataque se hace con la colaboración de los partidos políticos, sindicatos oficiales e instituciones caritativas, que son cómplices de esta situación.

Los que ofrecen una resistencia radical a esta situación, entre ellos los anarquistas, son considerados “antisociales” e incluso “terroristas” por los gobiernos y los medios de comunicación, la máquina de la opinión pública del sistema.

Las federaciones miembro de la IFA creen que debemos confrontar esta situación exponiendo y desafiando a todos los que llevan a cabo los ataques y fortaleciendo la propia organización de los oprimidos y explotados.

Nacionalismo

El atractivo del nacionalismo se basa en la confusión entre dos tendencias diferentes:

1. Una afinidad con lo que nos es familiar (por ejemplo, el modo en que nos comunicamos, no sólo la lengua sino también el acento, el lenguaje corporal, etc.), las tradiciones y el entorno físico… en resumen, el apego a los alrededores de nuestra infancia.

2. Una supuesta necesidad de una mayor autoridad para controlar la vida de la gente. La creencia en la idea de que sin el poder de un cura, un rey o un político, los seres humanos empezarían a matarse unos a otros.

El atractivo del nacionalismo reside tanto en esta identificación con lo familiar como en las ideas sobre el Estado-nación. De este modo, algo con lo que la gente ha nacido se transforma en una necesidad por parte de los que están en el poder en instituciones autoritarias.

Históricamente, el nacionalismo es una ideología desarrollada a la vez que el Estado moderno. La simbología nacional, y el sentimiento que produce, se emplea para justificar el control del Estado sobre la propiedad, y el control militar sobre el movimiento libre de las personas. Como hiciera la Iglesia en la Edad Media, la ideología nacionalista santifica una estructura jerárquica de dominación y defiende la represión criminal en nombre de la seguridad internacional. El nacionalismo es una construcción social que se ha utilizado siempre para negar las diferencias reales en una sociedad de clases. Una de las consecuencias del nacionalismo es que crea odio entre los pueblos, y que, por tanto, se ha utilizado para dividir al movimiento social internacional. Como en el pasado, el nacionalismo, el militarismo y el fascismo, sirvieron de instrumentos del capital del Estado para dividir a la gente, y estimularon el adoctrinamiento en el orden y la jerarquía.

Hoy se está produciendo una importante transformación política y económica. El capitalismo necesita echar mano a nuevos mercados y nuevos territorios. La globalización crea un conflicto entre los grandes bloques: Estados Unidos, China, Europa e India. Cuando el conflicto económico no es lo suficientemente largo, se emplean las herramientas clásicas del capitalismo, como una guerra en el extranjero o una guerra interna. La guerra en el extranjero se ve todavía en Afganistán y en Iraq. La guerra interna es llevada a cabo por la policía y otros cuerpos represivos del Estado por una parte, y por los grupos neonazis o neofascistas por otra. Esto significa a menudo que los anarquistas se ven obligados a invertir mucha energía en actividades antifascistas. Sufrimos también limitaciones en nuestra libertad ante el incremento de la represión de los movimientos sociales. La situación es todavía más seria que en el pasado, porque se han desarrollado nuevas armas más peligrosas y las nuevas tecnologías pueden vigilar con mayor facilidad nuestras actividades.

Ante esta situación, hemos desarrollado la solidaridad práctica, reforzando y extendiendo los valores de igualdad. Es necesario seguir construyendo una cultura libertaria y difundir las ideas de una organización no jerárquica. También es importante reforzar la solidaridad entre los compañeros de todo el mundo. En algunos países la situación de los anarquistas es tan crítica que tenemos que pensar en estrategias concretas para ayudarlos.

Religión

El anarquismo es ateo. El concepto de dios es un concepto autoritario, por esta razón rechazamos tanto las instituciones como las creencias religiosas.

La religión somete a la población destruyendo la libertad de pensamiento y de acción.

De esta manera, constituye una forma de control social y ha sido utilizada a través de la historia para apoyar la explotación y mantener el poder.

La religión es la guerra. La religión ha sido utilizada, y lo es todavía, para justificar las acciones más bárbaras y brutales de la clase dominante gracias a la creación de un paraguas moral bajo el que cualquier acción, no importa lo inhumana que sea, puede ser motivada con un llamamiento a un imaginario concepto del “bien”.

No obstante, a veces la religión parece poder constituir una fuerza de cambio social radical, que en caso de éxito reconstruye las mismas estructuras que ha destruido.

A causa de su propia naturaleza autoritaria, encarna el germen de la futura opresión: lo que significa que cualquier perspectiva que tienda a justificar una visión de la sociedad basada en factores externos a la vida, experiencia y conocimiento de las personas choca con nuestra visión del mundo.

En toda religión la perspectiva dogmática de la realidad tiende a mutilar al individuo su libertad de pensamiento y sus capacidades críticas, situándolo en una condición de subordinación que posibilita los consecuentes recortes en sus libertades fundamentales.

Esta manifestación autoritaria y represiva de la religión en la sociedad alimenta y justifica la censura que, en algunos ámbitos, por medio de la propaganda criminalizante, desemboca en la represión social y penal, hasta llegar a la eliminación física de quien no se conforme.

La toma de poder sobre el individuo, y en consecuencia sobre la sociedad, es ejercida sutilmente, con particular atención hacia los individuos vulnerables, por edad, ignorancia o situación emotiva.

El fin de perpetuar su control sobre la sociedad es llevado a cabo mediante la aplicación de variadas estrategias de condicionamiento adecuadas a los diferentes ambientes socioculturales.

Instrumento fundamental de esta estrategia es el control de las funciones sociales educativas ejercido a través de la pretensión de gestionar el sistema escolar y educativo, con objeto de impedir en su fase de desarrollo el sentido crítico y la apertura a la diversidad.

El carácter autoritario y dogmático de la religión se manifiesta en la creación de organizaciones jerárquicas.

Tales organizaciones asumen funciones de representación de los fieles y, allí donde consiguen imponerse, constituyen formas políticas teocráticas y totalitarias.

Incluso donde la institución religiosa no consigue dominar, alimenta y apoya el poder político, aliándose con él para condicionarlo. Esto hace del fenómeno religioso uno de los pilares del sistema autoritario.

De esta postura de poder derivan los privilegios de que gozan las instituciones religiosas. La ligazón con el poder constituido hace de las religiones “mayoritarias” la expresión de las fuerzas conservadoras. A esto se une la naturaleza oscurantista del pensamiento religioso. Estos fenómenos pueden desembocar en movimientos de naturaleza nacionalista y xenófoba. La lógica religiosa y la nacionalista, tanto por separado como juntas, han ejercido a través de los siglos un poder opresivo sobre la vida de hombres y mujeres.

La alianza y la fusión entre trono y altar es una de las razones del surgimiento de un amplio clericalismo.

Entre los numerosos prejuicios que derivan de las religiones destaca el que remite a las clasificaciones por género y a la determinación de sus funciones sociales.

Esto ha constituido dogmas y tabúes que niegan la libertad sexual y tienden a relegar en particular a las mujeres a un papel subalterno. De ahí se derivan actitudes sexófobas, homófobas y patriarcales que son justificadas basándolas en dogmas.

Las mujeres son las primeras víctimas de las religiones, junto a los comportamientos afectivos que no corresponden a creencias religiosas.

El anticlericalismo es por ello cada vez más actual y puede convertirse en campo de batalla por la libertad y la justicia social; lucha que nunca se solapa, sino que acompaña a la anarcofeminista y a las demás luchas de emancipación.

Se sugiere a las federaciones que consideren importante el apoyo a las protestas populares en respuesta a las visitas realizadas por las jerarquías religiosas para sus propios fines propagandísticos.