* El Colectivo Editor de El Libertario expone su visión de cuál es la vía
a seguir en la actual coyuntura venezolana, resumida en la consigna
?Contra la (B)oligarquía, la demagogia y la corrupción: ¡lucha autónoma de
los de abajo!?.
Las transformaciones positivas en la sociedad son producidas por la acción
de los movimientos populares y no por los gobiernos. Como ha sido
sobradamente demostrado en el caso venezolano, y ha ocurrido en varias
oportunidades en América Latina, los sentimientos de cambio de las
mayorías han sido canalizados y recuperados por una nueva burocracia que
intenta, por todos los medios, eternizarse en el poder. Desde 1999 la
supervivencia a toda costa del nuevo gobierno ha sido el principal fin de
la estructura misma. Y en la centralización, militarización y
personalización promovidas bajo el eufemismo de "proceso revolucionario",
una de sus tareas primordiales ha sido la pacificación y cooptación de la
infinidad de fuerzas y actores que, durante la década de 1990, peleó por
terminar con el dominio del binomio Acción Democrática y COPEI, los dos
partidos políticos que gobernaron sucesivamente al país desde 1958.
Al creerse representados por el tren ejecutivo electo a finales de 1998,
las decenas de movimientos sociales que habían rechazado el
neoliberalismo, la privatización de los servicios públicos, las diversas
masacres realizadas por el Ejército (Yumare, El Amparo, etc) y las
diversas políticas hambreadoras y excluyentes de los gobiernos anteriores,
decidieron darle al presidente Chávez toda su confianza, otorgándole
literalmente un cheque en blanco. Los oprimidos y oprimidas de diverso
signo dejaron de lado sus propias reivindicaciones para asumir, como
suyas, las políticas promovidas por el nuevo régimen. De esta manera, las
organizaciones comunitarias y de base abandonaron sus propias reflexiones
y manera de hacer las cosas, su autonomía de pensamiento y acción, para
internalizar y repetir los discursos y lógicas de otros y otras, quienes
decían actuar a nombre del pueblo.
Tras gobernar por nueve años, contando con la mayor riqueza económica de
los últimos 30 años y todos los poderes públicos a su favor, empezamos a
descubrir y corroborar que todo ha cambiado para ser igual a lo que había
antes. Que hemos cambiado el nombre de nuestros amos para continuar
estando tan oprimid@s como siempre. Que aquellos que han ensuciado la
palabra "revolución", y otras tan bonitas como esa, han gestionado
nuestras miserias para hacerse su lugar en la élite de ricos y
privilegiados. En contraposición, otra gente, desenamorada del proyecto
"bolivariano" y cegada por la rabia, ha pasado de seguir a los opresores
de hoy a secundar los dominadores de ayer, en la equivocada estrategia de
optar por el "mal menor". Y como sus pares chavistas, han hipotecado su
libertad para dejarse conducir por otra cúpula que decide, desde sus
alturas, las tareas a realizar. Con unos y otros razonamos: Es hora de
recuperar nuestra autonomía como primer paso para construir un verdadero
cambio.
- Lo que es la autonomía
Autonomía es la capacidad de darnos nuestras propias reglas de
funcionamiento y cuestionar lo que hemos heredado de la historia. El
término se construyó combinando dos palabras griegas "autos? y ?nomos",
que juntas significan literalmente darse a si mismo la ley. La autonomía,
en política, es la posibilidad que los seres humanos sean capaces de
definir, de manera libre, sus propios proyectos de vida, que sean ell@s
mism@s quienes gestionen y decidan, de la forma más democrática posible,
cada uno de los aspectos que atraviesan su cotidianidad: desde el trabajo
a la sexualidad, del uso de su tiempo libre a la alimentación, etc.
Lo contrario de autonomía es heteronomía, vivir bajo reglas que no
decidimos. Los diferentes poderes nos educan para la servidumbre, siendo
siempre otr@s quienes toman las decisiones. Y estas medidas, así como las
instituciones que las ponen en práctica, se dicen sagradas e
indiscutibles. Un individuo comienza a ser autónomo cuando comienza a
preguntarse si eso debería ser siempre así, o si por el contrario las
cosas pudieran funcionar mejor de una manera diferente. Por ello se dice
que la autonomía es una interrogación sin fin, que no se detiene ante nada
y que, incluso, revisa constantemente sus conclusiones preliminares. ¿Si
el Estado, el gobierno, el ejército y las cárceles son injustos y
opresores, no pueden ser cambiados por algo mejor? Un individuo autónomo
nunca olvida, por tanto, que son las personas quienes han creado las leyes
de funcionamiento de la sociedad. Y por ello pueden ser sustituidas en
cualquier momento, por las propias personas, cuando atentan contra el bien
común. La autonomía individual se produce a partir de la libre reflexión y
la deliberación, concretada en un pensamiento propio, siendo soberano de
sí mism@ y de sus actos.
Un revolucionario ruso, Mijail Bakunin, afirmó que la libertad de los
demás elevaba la libertad personal hasta el infinito. Un individuo
autónomo entiende que no puede ser independiente si vive en una sociedad
opresiva y desigual. Por ello se organiza con sus iguales para enfrentar a
quienes limitan el goce de sus derechos y su libertad. La autonomía
propone la autoorganización rechazando las injerencias exteriores, creando
sus propias formas de organización, las cuales trabajarán por los
objetivos trazados por l@s propi@s involucrad@s. De esta manera, los
movimientos sociales autónomos son organismos populares que responden a
necesidades sentidas por sus integrantes y no a los decretos de ningún
poder. Al desarrollarse al margen y en contra de las instituciones que los
dominan, realizan prácticas de autogestión y acción directa. Un movimiento
social autónomo levanta sus propias banderas de lucha, las cuales no
posterga, negocia, subordina ni abandona por ninguna razón exterior. Esto
no significa que puedan coincidir con otros movimientos para la búsqueda
de objetivos comunes, pero estas relaciones deben ser en condiciones de
igualdad, preservando la identidad de las partes y reforzando, sin diluir,
sus metas originales. Por otra parte, los movimientos sociales autónomos
generan sus propios recursos, de manera autogestionaria, rechazando el
mecanismo de subordinación de los subsidios del gobierno, partidos
políticos y de los empresarios.
Todos los gobiernos necesitan controlar las fuerzas beligerantes, por eso
saben que necesitan cercenar la autonomía de los grupos con potencialidad
de generar cambios verdaderos. Al crear por decreto el llamado "poder
popular", el actual ejecutivo se asegura de canalizar los esfuerzos de los
de abajo a favor de oxigenar, legitimar y perpetuar la situación de
dominación, maquillándola con nombres bonitos. Los organismos resultantes,
debido a su ficticia independencia y no haber sido gestados dentro de la
lucha de la gente, reproducen los vicios del Estado y del resto de las
instituciones opresoras. El poder, de todos los apellidos (estatal,
municipal, militar? o popular) posee un instinto de preservación a toda
costa, y más temprano que tarde crean una nueva burocracia, tan perversa
como la que han desplazado de la conserjería gubernamental.
- Autonomía de las luchas, ahora
La creación y experimentación de diversas expresiones organizativas busca
generar, aquí y ahora, una cultura ?entendida como la manera de hacer las
cosas- diferente. Por ello, la autonomía opta por la toma de decisiones de
forma asamblearia, por la democracia directa, por garantizar el respeto a
la diversidad, frenar la jerarquización, el autoritarismo y la pérdida de
independencia y soberanía en las luchas. Al tener prácticas alternativas a
las del poder, los oprimidos combatimos su hegemonía al construir,
ladrillo a ladrillo, una cultura propia y diferenciada, una identidad y un
imaginario compartido. En este aprendizaje, los medios deben siempre ser
coherentes con los fines.
La propuesta para el momento actual es por la creación de una constelación
de diversos grupos y movimientos autónomos, autogobernados por sus
integrantes, para pelear por la conquista de los derechos secuestrados por
el poder: vivienda, empleo digno, salud, educación, seguridad personal,
espacio público y calidad de vida, entre otros. Algunas experiencias
recientes, como el movimiento indígena y ambiental contra el carbón en el
Zulia y el Comité de Víctimas contra la Impunidad en Lara, ya caminan en
esta dirección. Luego, la creación de múltiples espacios para la
supervivencia y la resistencia, autónomos y totalmente ajenos al Estado y
a la empresa privada, relacionados entre sí de manera horizontal y por
cooperación sin mando. La existencia de muchos movimientos autónomos
romperá la falsa polarización: ni chavistas ni opositores, serán personas
luchando por sus propios derechos y no por los privilegios de las cúpulas.
Las instituciones del poder intentarán acorralar, sin duda, la
beligerancia libre de los de abajo. Pero al crear sucesivas situaciones
insurreccionales difusas por parte de los movimientos autónomos, su
conexión, cohesión, amplificación y radicalización ?debido a la
imposibilidad del gobierno en satisfacer sus demandas-, transformará los
movimientos efímeros de revuelta en momentos de revolución y autogestión
generalizada. De esta manera los movimientos autónomos tienen potencial de
transformarse, por la vía insurreccional, en un verdadero movimiento
revolucionario. Y para esto no hay atajos: ni políticos con máscara
popular, ni caudillos con pies de barro. Esta es la gran lección que
debemos aprender del funesto "gobierno socialista bolivariano".
Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones: ese mundo está creciendo en
este instante
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